LAS PALMAS DE GRAN CANARIA CON ELADIO MONROY

“La ciudad de paso de la que los viajeros no se van jamás. La ciudad de los ángeles en chándal y las ratas con corbata. La ciudad de la luz y los despojos. Ahí, tendida junto al mar, está la ciudad que fundó Juan Rejón y que luego se fue alzando sobre el sudor y la sangre, una ramera haciendo la siesta, una apuesta contra el tiempo, una pregunta balbuceante. Trescientas ochenta mil almas viviendo y muriendo entre los riscos y La Isleta, entre los suburbios que llegan más allá de San Lorenzo y las colmenas de la supervivencia que lindan con Telde”.

Si este párrafo no os ha despertado las ganas de tomar un avión en dirección a Las Palmas, yo ya no se...

Pasear por Las Palmas en compañía del puto Mike Hammer de la calle Murga nos deja la sensación de estar penetrando en un terreno a la vez oscuro y luminoso. Podemos disfrutar de una cerveza en una asoleada terraza junto al mar, pero quizá prefiramos buscar refugio en el Casablanca, degustando el cortado de Casimiro en compañía del El Chapi, o de Dudú .

En Las Palmas, las fortunas se esconden tras las vallas que cercan las mansiones de los pudientes mientras éstos, desde lo alto, estudian la ciudad con el desprecio de su soberbia. Vallas que protegen a los peores y más impunes de los delincuentes, a los de corbata y Rolex de oro. Los demás, los perdedores, se apiñan en las calles estrechas donde la cercanía del mar ni tan siquiera se intuye, lugares por donde uno pasearía con un bolígrafo Parker de resorte guardado en el bolsillo, por si acaso. Calles que, como el propio Eladio, ya no son lo que fueron. “La calle peatonal, el hipermercado y el centro comercial habían ido dando puñalada tras puñalada a aquella ciudad portuaria, sucia y colorista. La de ahora era más amplia, más limpia, mejor edificada y, decididamente, más aburrida”, una ciudad que, incluso difuminada bajo la calima, o gracias a ella, es siempre el escenario perfecto para las tramas de Alexis Ravelo.