EL MADRID DE ANTONIA SCOTT

A pesar de que tenía muchas ganas de callejear por Madrid en compañía de Antonia Scott y Jon Gutiérrez, he estado a punto de no añadir esta entrada a mis Ciudades de Novela Negra, ya que el propio Juan Gómez Jurado tiene un librito con el mismo título que podéis bajar de forma gratuita desde la web de Penguin. Al final me he decidido porque lo mío no son más que retales de imágenes captadas al vuelo en cada lectura, entradas de Instagram limitadas a evocar paisajes literarios sin ningún otro afán.

Antonia Scott vive en el barrio de Lavapiés, en el número 7 de la calle Melancolía (no la busquéis en el callejero) Imaginamos que quiere mudarse hace años al barrio de la Alegría, pero el tranvía que conduce hasta allí permanece detenido ante la puerta fría del hospital.

Acompañar a Scott y Gutiérrez es patear esa inmensa ciudad donde todo queda “a diez minutos andando”. Cenar a las cuatro de la mañana en un chigre infecto de Embajadores donde los entrecots tienen su propio código postal, pero también masticar sin ganas un cuarto de libra con queso en el McDonald´s de Gran Vía, antes de atravesar Montera, Sol y Canalejas camuflados en el anonimato de la gente. Pasar por Huertas, evitar las hordas de turistas y las tabernas abarrotadas para hacernos un tatuaje en cualquier local especializado en exprimir a los TIB; o buscar algún bar pequeño y a desmano donde saborear un té verde y dejar que los monos sigan saltando en nuestra mente. Y tras la obligada visita a Serrano, donde las fortunas se esconden y se exhiben, podemos deambular por Gran Vía, atravesar la plaza de España tarareando un tema de Sabina para, perdidos por calles de Austrias remotos, terminar en La Latina, en la plaza de Puerta Cerrada, un lugar abierto y sin puerta alguna donde recordar que esa ciudad que en verano vomita fuego del asfalto fue, paradójicamente, construida en el lugar más fresco de la meseta.